El eco del instante – Archivo fotográfico

Una imagen cualquiera

A veces encuentro una imagen en el archivo que no recuerdo haber tomado. No hay nada especial en ella. Una calle vacía. Alguien alejándose. Luz de última hora. Ni está bien compuesta ni tiene un mensaje evidente. Pero me detengo a contemplarla.

No sé si es por la forma en que cae la sombra, por el silencio que sugiere, o por lo que en ese momento —sin saberlo— estaba mirando. La reviso varias veces. No logro decidir si me gusta o no. Solo sé que no puedo pasarla por alto.

Esa imagen había quedado al margen, como tantas otras. Ni seleccionada, ni descartada. Simplemente guardada en la carpeta correspondiente, sin ruido. La reviso ahora y me habla de algo. No sé de qué, exactamente, pero me habla. Y lo hace con una calma que no busqué.

La espera que revela lo invisible

Hace mucho tiempo que sé que algunas fotografías no están listas para decir lo que tienen que decir cuando las hacemos. Que necesitan madurar, como el buen vino. Y que también uno necesita tiempo para verlas con una mirada menos ansiosa, menos dependiente del impacto inmediato. No siempre es la imagen la que cambia. A veces, simplemente, lo hace el que mira.

No siempre ocurre. Muchas fotos siguen sin decir nada, ni al día siguiente ni diez años después. Algunas nunca llegan a tener sentido. No tienen culpa de eso. Tampoco yo. Pero otras, de pronto, se vuelven relevantes. No por su calidad técnica ni por su oportunidad, sino por la forma en que conectan con algo que ya no recordaba. O con algo que no supe ver en su momento.

He aprendido a no confiar demasiado en mis primeras selecciones. A dejar margen. A no borrar con tanta prisa. No por superstición, sino por respeto. Por entender que la fotografía también es una forma de escucha, y que no todo lo que tiene valor se manifiesta al instante.

Volver al archivo sin buscar

El archivo está lleno de imágenes que todavía no me han hablado. Tal vez lo hagan algún día. Tal vez no. Pero intento volver a ellas con cierta frecuencia. No para juzgarlas, sino para ver si ahora, después de un tiempo, hay algo que merezca ser oído.

Y si lo hay, no lo fuerzo. No lo convierto en nada más. Simplemente lo escucho. Y si basta con eso, lo guardo otra vez.

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